En 1482 es requerido por la Signoria de Florencia
Sin embargo, se puede afirmar que la historia aquí pintada responde a las teorías filosóficas neoplatónicas del entorno florentino. Otra explicación corresponde a la dada en 1972 por Edgar Wind, él se centra en esta idea neoplatónica y divide la escena en cuatro zonas. En la derecha aparece Céfiro persiguiendo a la ninfa de la tierra Cloris, siguiendo el texto Fastos de Ovidio. Así Céfiro juega el papel del Amor y la ninfa la de la Castidad; y de la unión de ambos surgirá la bella Flora simbolizando la victoria de la primavera. Este grupo de tres se corresponde a las otras tres figuras del lado izquierdo, donde las tres Gracias personifican cada una de estas cualidades, la Castidad, la Voluptuosidad como símbolo de la pasión del amor, y la Pulcritud la que exhibe su belleza con decoro. Así en conjunto será la representación de la belleza del amor, movido por el juicio y la pasión. La Diosa Venus actúa como centro moderador de estos sentimientos. Es el centro del equilibrio, pues sin ella se desatarían las fuerzas de la naturaleza. Mientras Mercurio será el enlace entre lo terrenal y lo divino, actuando aquí como mensajero de los dioses, y mirando hacia arriba nos indica que se debe abandonar el mundo terrestre para poder elevarse al mundo superior. Esta figura se encuentra en perfecta simetría con Céfiro quién representa lo contrario, pues es él, el encargado de traer las pasiones a la tierra. Otra de las interpretaciones barajadas es la planteada por Gombrich, quién se basa en el lado más humanista y pedagógico de Ficino. Cuenta que en una carta mandada por Ficino a su pupilo Lorenzo de Pierfrancesco, le hablaba del papel de Venus en la formación y en el comportamiento humano. La carta también fue enviada a los responsables directos de la educación del joven para que se le inculcaran dichos preceptos en su formación. Decía Ficino, que Venus reúne todas las cualidades necesarias para el ser humano, el amor, la caridad, la gentileza, el encanto, entre muchas otras. Teniendo en cuenta la presencia de esta carta es posible que el joven Médicis estuviera interesado en ver representado algo relacionado con este hecho. Por ello Botticelli utilizó para este fin varias fuentes literarias, basándose en “El Asno de Oro” de Apuleyo, obra del siglo I d.c. de carácter platónico muy popular por entonces. En esta obra literaria se narra el juicio de Paris, concretamente el momento en el que él debe elegir a la diosa más hermosa. Mercurio es el encargado de llevar hasta el joven la manzana dorada con la que rendir homenaje a la elegida. En la historia de Apuleyo, Venus aparece en medio de esta reunión, acompañada por cupidos y ninfas, por las Tres Gracias y por las Horas que esparcen flores como ofrenda. Sin embargo, entre la representación del lienzo y lo pintado hay alguna discordancia, pues en el lienzo sólo aparece un cupido, y no las Horas en general, sino una sola. Además, tampoco se nos presenta a Paris, pero este detalle tiene su explicación, pues dicho papel corresponde al joven Lorenzo de Pierfrancesco, quién actuará como juez emulando a Paris, y finalmente él será el dueño de la pintura.
Sin embargo, se puede afirmar que la historia aquí pintada responde a las teorías filosóficas neoplatónicas del entorno florentino. Otra explicación corresponde a la dada en 1972 por Edgar Wind, él se centra en esta idea neoplatónica y divide la escena en cuatro zonas. En la derecha aparece Céfiro persiguiendo a la ninfa de la tierra Cloris, siguiendo el texto Fastos de Ovidio. Así Céfiro juega el papel del Amor y la ninfa la de la Castidad; y de la unión de ambos surgirá la bella Flora simbolizando la victoria de la primavera. Este grupo de tres se corresponde a las otras tres figuras del lado izquierdo, donde las tres Gracias personifican cada una de estas cualidades, la Castidad, la Voluptuosidad como símbolo de la pasión del amor, y la Pulcritud la que exhibe su belleza con decoro. Así en conjunto será la representación de la belleza del amor, movido por el juicio y la pasión. La Diosa Venus actúa como centro moderador de estos sentimientos. Es el centro del equilibrio, pues sin ella se desatarían las fuerzas de la naturaleza. Mientras Mercurio será el enlace entre lo terrenal y lo divino, actuando aquí como mensajero de los dioses, y mirando hacia arriba nos indica que se debe abandonar el mundo terrestre para poder elevarse al mundo superior. Esta figura se encuentra en perfecta simetría con Céfiro quién representa lo contrario, pues es él, el encargado de traer las pasiones a la tierra. Otra de las interpretaciones barajadas es la planteada por Gombrich, quién se basa en el lado más humanista y pedagógico de Ficino. Cuenta que en una carta mandada por Ficino a su pupilo Lorenzo de Pierfrancesco, le hablaba del papel de Venus en la formación y en el comportamiento humano. La carta también fue enviada a los responsables directos de la educación del joven para que se le inculcaran dichos preceptos en su formación. Decía Ficino, que Venus reúne todas las cualidades necesarias para el ser humano, el amor, la caridad, la gentileza, el encanto, entre muchas otras. Teniendo en cuenta la presencia de esta carta es posible que el joven Médicis estuviera interesado en ver representado algo relacionado con este hecho. Por ello Botticelli utilizó para este fin varias fuentes literarias, basándose en “El Asno de Oro” de Apuleyo, obra del siglo I d.c. de carácter platónico muy popular por entonces. En esta obra literaria se narra el juicio de Paris, concretamente el momento en el que él debe elegir a la diosa más hermosa. Mercurio es el encargado de llevar hasta el joven la manzana dorada con la que rendir homenaje a la elegida. En la historia de Apuleyo, Venus aparece en medio de esta reunión, acompañada por cupidos y ninfas, por las Tres Gracias y por las Horas que esparcen flores como ofrenda. Sin embargo, entre la representación del lienzo y lo pintado hay alguna discordancia, pues en el lienzo sólo aparece un cupido, y no las Horas en general, sino una sola. Además, tampoco se nos presenta a Paris, pero este detalle tiene su explicación, pues dicho papel corresponde al joven Lorenzo de Pierfrancesco, quién actuará como juez emulando a Paris, y finalmente él será el dueño de la pintura.
Sin embargo, se puede afirmar que la historia aquí pintada responde a las teorías filosóficas neoplatónicas del entorno florentino. Otra explicación corresponde a la dada en 1972 por Edgar Wind, él se centra en esta idea neoplatónica y divide la escena en cuatro zonas. En la derecha aparece Céfiro persiguiendo a la ninfa de la tierra Cloris, siguiendo el texto Fastos de Ovidio. Así Céfiro juega el papel del Amor y la ninfa la de la Castidad; y de la unión de ambos surgirá la bella Flora simbolizando la victoria de la primavera. Este grupo de tres se corresponde a las otras tres figuras del lado izquierdo, donde las tres Gracias personifican cada una de estas cualidades, la Castidad, la Voluptuosidad como símbolo de la pasión del amor, y la Pulcritud la que exhibe su belleza con decoro. Así en conjunto será la representación de la belleza del amor, movido por el juicio y la pasión. La Diosa Venus actúa como centro moderador de estos sentimientos. Es el centro del equilibrio, pues sin ella se desatarían las fuerzas de la naturaleza. Mientras Mercurio será el enlace entre lo terrenal y lo divino, actuando aquí como mensajero de los dioses, y mirando hacia arriba nos indica que se debe abandonar el mundo terrestre para poder elevarse al mundo superior. Esta figura se encuentra en perfecta simetría con Céfiro quién representa lo contrario, pues es él, el encargado de traer las pasiones a la tierra. Otra de las interpretaciones barajadas es la planteada por Gombrich, quién se basa en el lado más humanista y pedagógico de Ficino. Cuenta que en una carta mandada por Ficino a su pupilo Lorenzo de Pierfrancesco, le hablaba del papel de Venus en la formación y en el comportamiento humano. La carta también fue enviada a los responsables directos de la educación del joven para que se le inculcaran dichos preceptos en su formación. Decía Ficino, que Venus reúne todas las cualidades necesarias para el ser humano, el amor, la caridad, la gentileza, el encanto, entre muchas otras. Teniendo en cuenta la presencia de esta carta es posible que el joven Médicis estuviera interesado en ver representado algo relacionado con este hecho. Por ello Botticelli utilizó para este fin varias fuentes literarias, basándose en “El Asno de Oro” de Apuleyo, obra del siglo I d.c. de carácter platónico muy popular por entonces. En esta obra literaria se narra el juicio de Paris, concretamente el momento en el que él debe elegir a la diosa más hermosa. Mercurio es el encargado de llevar hasta el joven la manzana dorada con la que rendir homenaje a la elegida. En la historia de Apuleyo, Venus aparece en medio de esta reunión, acompañada por cupidos y ninfas, por las Tres Gracias y por las Horas que esparcen flores como ofrenda. Sin embargo, entre la representación del lienzo y lo pintado hay alguna discordancia, pues en el lienzo sólo aparece un cupido, y no las Horas en general, sino una sola. Además, tampoco se nos presenta a Paris, pero este detalle tiene su explicación, pues dicho papel corresponde al joven Lorenzo de Pierfrancesco, quién actuará como juez emulando a Paris, y finalmente él será el dueño de la pintura.
Sin embargo, se puede afirmar que la historia aquí pintada responde a las teorías filosóficas neoplatónicas del entorno florentino. Otra explicación corresponde a la dada en 1972 por Edgar Wind, él se centra en esta idea neoplatónica y divide la escena en cuatro zonas. En la derecha aparece Céfiro persiguiendo a la ninfa de la tierra Cloris, siguiendo el texto Fastos de Ovidio. Así Céfiro juega el papel del Amor y la ninfa la de la Castidad; y de la unión de ambos surgirá la bella Flora simbolizando la victoria de la primavera. Este grupo de tres se corresponde a las otras tres figuras del lado izquierdo, donde las tres Gracias personifican cada una de estas cualidades, la Castidad, la Voluptuosidad como símbolo de la pasión del amor, y la Pulcritud la que exhibe su belleza con decoro. Así en conjunto será la representación de la belleza del amor, movido por el juicio y la pasión. La Diosa Venus actúa como centro moderador de estos sentimientos. Es el centro del equilibrio, pues sin ella se desatarían las fuerzas de la naturaleza. Mientras Mercurio será el enlace entre lo terrenal y lo divino, actuando aquí como mensajero de los dioses, y mirando hacia arriba nos indica que se debe abandonar el mundo terrestre para poder elevarse al mundo superior. Esta figura se encuentra en perfecta simetría con Céfiro quién representa lo contrario, pues es él, el encargado de traer las pasiones a la tierra. Otra de las interpretaciones barajadas es la planteada por Gombrich, quién se basa en el lado más humanista y pedagógico de Ficino. Cuenta que en una carta mandada por Ficino a su pupilo Lorenzo de Pierfrancesco, le hablaba del papel de Venus en la formación y en el comportamiento humano. La carta también fue enviada a los responsables directos de la educación del joven para que se le inculcaran dichos preceptos en su formación. Decía Ficino, que Venus reúne todas las cualidades necesarias para el ser humano, el amor, la caridad, la gentileza, el encanto, entre muchas otras. Teniendo en cuenta la presencia de esta carta es posible que el joven Médicis estuviera interesado en ver representado algo relacionado con este hecho. Por ello Botticelli utilizó para este fin varias fuentes literarias, basándose en “El Asno de Oro” de Apuleyo, obra del siglo I d.c. de carácter platónico muy popular por entonces. En esta obra literaria se narra el juicio de Paris, concretamente el momento en el que él debe elegir a la diosa más hermosa. Mercurio es el encargado de llevar hasta el joven la manzana dorada con la que rendir homenaje a la elegida. En la historia de Apuleyo, Venus aparece en medio de esta reunión, acompañada por cupidos y ninfas, por las Tres Gracias y por las Horas que esparcen flores como ofrenda. Sin embargo, entre la representación del lienzo y lo pintado hay alguna discordancia, pues en el lienzo sólo aparece un cupido, y no las Horas en general, sino una sola. Además, tampoco se nos presenta a Paris, pero este detalle tiene su explicación, pues dicho papel corresponde al joven Lorenzo de Pierfrancesco, quién actuará como juez emulando a Paris, y finalmente él será el dueño de la pintura.
Sin embargo, se puede afirmar que la historia aquí pintada responde a las teorías filosóficas neoplatónicas del entorno florentino. Otra explicación corresponde a la dada en 1972 por Edgar Wind, él se centra en esta idea neoplatónica y divide la escena en cuatro zonas. En la derecha aparece Céfiro persiguiendo a la ninfa de la tierra Cloris, siguiendo el texto Fastos de Ovidio. Así Céfiro juega el papel del Amor y la ninfa la de la Castidad; y de la unión de ambos surgirá la bella Flora simbolizando la victoria de la primavera. Este grupo de tres se corresponde a las otras tres figuras del lado izquierdo, donde las tres Gracias personifican cada una de estas cualidades, la Castidad, la Voluptuosidad como símbolo de la pasión del amor, y la Pulcritud la que exhibe su belleza con decoro. Así en conjunto será la representación de la belleza del amor, movido por el juicio y la pasión. La Diosa Venus actúa como centro moderador de estos sentimientos. Es el centro del equilibrio, pues sin ella se desatarían las fuerzas de la naturaleza. Mientras Mercurio será el enlace entre lo terrenal y lo divino, actuando aquí como mensajero de los dioses, y mirando hacia arriba nos indica que se debe abandonar el mundo terrestre para poder elevarse al mundo superior. Esta figura se encuentra en perfecta simetría con Céfiro quién representa lo contrario, pues es él, el encargado de traer las pasiones a la tierra. Otra de las interpretaciones barajadas es la planteada por Gombrich, quién se basa en el lado más humanista y pedagógico de Ficino. Cuenta que en una carta mandada por Ficino a su pupilo Lorenzo de Pierfrancesco, le hablaba del papel de Venus en la formación y en el comportamiento humano. La carta también fue enviada a los responsables directos de la educación del joven para que se le inculcaran dichos preceptos en su formación. Decía Ficino, que Venus reúne todas las cualidades necesarias para el ser humano, el amor, la caridad, la gentileza, el encanto, entre muchas otras. Teniendo en cuenta la presencia de esta carta es posible que el joven Médicis estuviera interesado en ver representado algo relacionado con este hecho. Por ello Botticelli utilizó para este fin varias fuentes literarias, basándose en “El Asno de Oro” de Apuleyo, obra del siglo I d.c. de carácter platónico muy popular por entonces. En esta obra literaria se narra el juicio de Paris, concretamente el momento en el que él debe elegir a la diosa más hermosa. Mercurio es el encargado de llevar hasta el joven la manzana dorada con la que rendir homenaje a la elegida. En la historia de Apuleyo, Venus aparece en medio de esta reunión, acompañada por cupidos y ninfas, por las Tres Gracias y por las Horas que esparcen flores como ofrenda. Sin embargo, entre la representación del lienzo y lo pintado hay alguna discordancia, pues en el lienzo sólo aparece un cupido, y no las Horas en general, sino una sola. Además, tampoco se nos presenta a Paris, pero este detalle tiene su explicación, pues dicho papel corresponde al joven Lorenzo de Pierfrancesco, quién actuará como juez emulando a Paris, y finalmente él será el dueño de la pintura.
Sin embargo, se puede afirmar que la historia aquí pintada responde a las teorías filosóficas neoplatónicas del entorno florentino. Otra explicación corresponde a la dada en 1972 por Edgar Wind, él se centra en esta idea neoplatónica y divide la escena en cuatro zonas. En la derecha aparece Céfiro persiguiendo a la ninfa de la tierra Cloris, siguiendo el texto Fastos de Ovidio. Así Céfiro juega el papel del Amor y la ninfa la de la Castidad; y de la unión de ambos surgirá la bella Flora simbolizando la victoria de la primavera. Este grupo de tres se corresponde a las otras tres figuras del lado izquierdo, donde las tres Gracias personifican cada una de estas cualidades, la Castidad, la Voluptuosidad como símbolo de la pasión del amor, y la Pulcritud la que exhibe su belleza con decoro. Así en conjunto será la representación de la belleza del amor, movido por el juicio y la pasión. La Diosa Venus actúa como centro moderador de estos sentimientos. Es el centro del equilibrio, pues sin ella se desatarían las fuerzas de la naturaleza. Mientras Mercurio será el enlace entre lo terrenal y lo divino, actuando aquí como mensajero de los dioses, y mirando hacia arriba nos indica que se debe abandonar el mundo terrestre para poder elevarse al mundo superior. Esta figura se encuentra en perfecta simetría con Céfiro quién representa lo contrario, pues es él, el encargado de traer las pasiones a la tierra. Otra de las interpretaciones barajadas es la planteada por Gombrich, quién se basa en el lado más humanista y pedagógico de Ficino. Cuenta que en una carta mandada por Ficino a su pupilo Lorenzo de Pierfrancesco, le hablaba del papel de Venus en la formación y en el comportamiento humano. La carta también fue enviada a los responsables directos de la educación del joven para que se le inculcaran dichos preceptos en su formación. Decía Ficino, que Venus reúne todas las cualidades necesarias para el ser humano, el amor, la caridad, la gentileza, el encanto, entre muchas otras. Teniendo en cuenta la presencia de esta carta es posible que el joven Médicis estuviera interesado en ver representado algo relacionado con este hecho. Por ello Botticelli utilizó para este fin varias fuentes literarias, basándose en “El Asno de Oro” de Apuleyo, obra del siglo I d.c. de carácter platónico muy popular por entonces. En esta obra literaria se narra el juicio de Paris, concretamente el momento en el que él debe elegir a la diosa más hermosa. Mercurio es el encargado de llevar hasta el joven la manzana dorada con la que rendir homenaje a la elegida. En la historia de Apuleyo, Venus aparece en medio de esta reunión, acompañada por cupidos y ninfas, por las Tres Gracias y por las Horas que esparcen flores como ofrenda. Sin embargo, entre la representación del lienzo y lo pintado hay alguna discordancia, pues en el lienzo sólo aparece un cupido, y no las Horas en general, sino una sola. Además, tampoco se nos presenta a Paris, pero este detalle tiene su explicación, pues dicho papel corresponde al joven Lorenzo de Pierfrancesco, quién actuará como juez emulando a Paris, y finalmente él será el dueño de la pintura.
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